viernes, 18 de enero de 2008

Las gordas


No me pregunten más, sencillamente estoy enamorado de ella. De Ellas. No hay parámetro; si a ella no le preocupan las preocupaciones -legítimas o no- de los nutriólogos, esa fauna corrosiva tan de moda ahora, también a mi me tiene sin cuidado el último grito de la tendencia estética, ¡viva la anorexia y la bulimia!
Por razones de "peso" siempre preferí estar con ella, con Nuestra Señora de la Garnacha.
Santa patrona de la quesadilla (sea de flor o chicharrón prensado), del sope (aquí prefiero salsa de guajillo) y del pambazo (por favor doble ración de papas); incansable patrocinadora de la lonja, madrina del colesterol y prima hermana de las tallas extras, por favor no me abandones; que nunca te intimide el miedo a la diabetes ni la perversidad de las campañas en contra de la obesidad.
Si continúas satisfaciendo mis instintos y apetitos por demás inconfesables, si me sigues obsequiando con el crujido de tus chicharrones, con el gemido del aceite o la manteca en el comal, yo me comprometo a ser un preclaro ejemplo de piedad cristiana y no sólo perdonaré, sino que seré tu incondicional aliado en esa enemistad a muerte que tienes en contra de la tanga, el babydoll y el negligé.

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