lunes, 1 de septiembre de 2008

Pausa

Anatomía de la superstición
Juan Manuel Bonilla Soto

(2:45 hrs)
El insomnio la anuncia. Cada minuto es un heraldo prófugo de Jericó. La penumbra impone su toque de queda a los sentidos que de alguna forma se encuentran abatidos. Posiblemente alguna cabañuela abandone los augurios monásticos que le hubieran asignado en el calendario.

Entonces la impaciencia despoja sus palpitaciones de todo antifaz y se instala con la frialdad escultórica del presentimiento como una estatua carente de pedestal y de prejuicios.

(3:15 hrs)
Su contoneo indescriprible conjura cualquier afán que pudiera tener de sasignarle algún calificativo a sus caderas. Tengo la cereza de que los últimos retoques dictaminaron el resplandor de su leviatación.

(4:38 hrs)
Este escalofrío no es un presagio, acaso el eco de su esgridencia y de su oráculo; su gemido, el recuerdo de su gemido es un sacramento, un proverbio que se amotina y transfigura en constelación de palomas, en mellizas de su ausencia.

(5:00 hrs)
Es horario de verano.

(5:12 hrs)
El badajo de la espera desata sus pasiones, disgrega sus miedos en un horizonte que carece de catálogos, de pormenores y de promesas.

Estiro el brazo y no la encuentro, apenas quedó la sábana impregnada de un sudor que no es únicamente de mi cuepo, de algunas efemérides que no surgieron de mi imaginación.
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Es hora de ponerle fin al culto del instante. Sólo encuentro una parodia en la bitácora. Se que su mandato exige -y seguramente tendrá- parte de mi pensamiento diurno. Por supuesto qu no lo quiero lamentar después. (5:59 hrs).

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